MARZO 2011


En esta edición publicamos en la página 15 una nota sobre el Instituto Jorge Sábato  con el título “No consiguen alumnos ni siquiera becándolos”.
Automáticamente recordé cuando en algún momento me enteré que el gobierno municipal de Ituzaingó devolvía plata que venía para microemprendimientos porque no encontraba microemprendedores que reunieran los requisitos.
Más allá de evaluar cuáles son los requisitos, lo cierto es que hay –a mi entender- como un desencuentro entre instituciones que donan o becan y beneficiarios.
Obviamente este desencuentro no es potestad de Ituzaingó; el Instituto Sábato es a nivel nacional. Los desencuentros no tienen jurisdicción, pero no por eso dejan de doler, sobre todo cuando involucran posibilidades para jóvenes y emprendedores.
¿Cuál será el motivo?
¿Tal vez la gente esté tan acostumbrada a pagar por las cosas importantes que cuando ve algo gratis desconfía?
A lo mejor también fuimos defraudados por muchas instituciones que al no cobrar por sus servicios se iban quedando sin recursos para brindar los mismos con calidad.
¿O será que muchas veces nos hemos enterado de cómo algunos “malos políticos” manipulaban o se quedaban con los fondos que debían ir a los beneficiarios y ahora desconfiamos?
A lo largo de estos 19 años con La Voz de Ituzaingó he ido desarrollando una especie de diagnóstico referido a este tema y casi todas estas preguntas surgen de las charlas con miles con  vecinos del distrito, aunque con algún funcionario crítico.
También concluyo que los argentinos en general estamos acostumbrados a hacer, y le damos poca atención a la difusión de lo que hacemos. Esto explicaría por qué las ofertas de becas en muchos casos no son aprovechadas por vecinos que a lo mejor no se enteraron de que existían, y no precisamente porque algún funcionario las desvió hacia otro lugar.
Aunque muchas veces no se le da la difusión necesaria para poder desviarlas.
De cualquiera de las dos formas el resultado es por lo menos imperdonable por lo que se pierde de oportunidades y por el mensaje que deja para la juventud: que no se puede, que para ellos  no hay futuro, etc.
¿Qué podemos hacer entonces?
Primero y principal: difundir, difundir y difundir, desde cualquier lugar, desde todos los lugares: medios de comunicación (nuestro compromiso lo renovamos desde hace 19 años), desde los vecinos que se enteran de la posibilidad de un beneficio, los jóvenes que accedieron y disfrutaron de la posibilidad y los dichosos funcionarios decentes (¡que existen, aunque usted no lo crea!) que aunque sus superiores no vehiculicen demasiado los créditos o becas, ellos le pongan toda la energía para que lleguen a sus destinatarios.
A lo mejor así podremos empezar a sentirnos orgullosos del lugar donde vivimos. Yo estoy seguro.


Daniel Jorge Galst