En esta edición publicamos en la página 15 una nota sobre el
Instituto Jorge Sábato con el título “No
consiguen alumnos ni siquiera becándolos”.
Automáticamente recordé cuando en algún momento me enteré
que el gobierno municipal de Ituzaingó devolvía plata que venía para
microemprendimientos porque no encontraba microemprendedores que reunieran los
requisitos.
Más allá de evaluar cuáles son los requisitos, lo cierto es
que hay –a mi entender- como un desencuentro entre instituciones que donan o
becan y beneficiarios.
Obviamente este desencuentro no es potestad de Ituzaingó; el
Instituto Sábato es a nivel nacional. Los desencuentros no tienen jurisdicción,
pero no por eso dejan de doler, sobre todo cuando involucran posibilidades para
jóvenes y emprendedores.
¿Cuál será el motivo?
¿Tal vez la gente esté tan acostumbrada a pagar por las
cosas importantes que cuando ve algo gratis desconfía?
A lo mejor también fuimos defraudados por muchas
instituciones que al no cobrar por sus servicios se iban quedando sin recursos
para brindar los mismos con calidad.
¿O será que muchas veces nos hemos enterado de cómo algunos
“malos políticos” manipulaban o se quedaban con los fondos que debían ir a los
beneficiarios y ahora desconfiamos?
A lo largo de estos 19 años con La Voz de Ituzaingó he ido
desarrollando una especie de diagnóstico referido a este tema y casi todas
estas preguntas surgen de las charlas con miles con vecinos del distrito, aunque con algún
funcionario crítico.
También concluyo que los argentinos en general estamos
acostumbrados a hacer, y le damos poca atención a la difusión de lo que
hacemos. Esto explicaría por qué las ofertas de becas en muchos casos no son
aprovechadas por vecinos que a lo mejor no se enteraron de que existían, y no
precisamente porque algún funcionario las desvió hacia otro lugar.
Aunque muchas veces no se le da la difusión necesaria para
poder desviarlas.
De cualquiera de las dos formas el resultado es por lo menos
imperdonable por lo que se pierde de oportunidades y por el mensaje que deja
para la juventud: que no se puede, que para ellos no hay futuro, etc.
¿Qué podemos hacer entonces?
Primero y principal: difundir, difundir y difundir, desde
cualquier lugar, desde todos los lugares: medios de comunicación (nuestro
compromiso lo renovamos desde hace 19 años), desde los vecinos que se enteran
de la posibilidad de un beneficio, los jóvenes que accedieron y disfrutaron de
la posibilidad y los dichosos funcionarios decentes (¡que existen, aunque usted
no lo crea!) que aunque sus superiores no vehiculicen demasiado los créditos o
becas, ellos le pongan toda la energía para que lleguen a sus destinatarios.
A lo mejor así podremos empezar a sentirnos orgullosos del
lugar donde vivimos. Yo estoy seguro.
Daniel Jorge Galst